Posted on 12 marzo, 2012
by Juan Carlos Monedero
Publicado en Cuarto Poder, 12 de marzo de 2012
“habrá otro –entre sí decía–
más pobre y triste que yo
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó”
(Calderón de la Barca)
No hace falta mirar muy atrás para que la comparación sea pasmosa, cruel o insólita. Tanto, que los insultos de ayer se han convertido, en esta España de la restauración popular, en piropos cotidianos. Los comentarios jocosos o las miradas conmiserativas se han tornado expresiones recurrentes de envidia y anhelo. “¡Currela!”. “Pues quién pudiera… ¡Currito!”. “Eso era antes de los minijobs… ¡Mileurista!” Pues los cinco millones de parados y algunos millones de trabajadores con sueldos bien por debajo firmarían hoy con los ojos cerrados esa condición. Y los ejemplos no se acaban. Todos los que se acuerdan de la huelga general de 1988 contra el Plan de empleo juvenil –cuando se popularizó la pintada “hazte empresario: el gobierno te pone los esclavos”– miran con nostalgia esos momentos en donde el deterioro parecía un paréntesis y la vida un crucero donde camareros sin rostro brindaban anocheceres donde no se acababa la música. Sindicatos, sindicalistas y trabajadores también recuerdan esos tiempos en donde se luchaba –se luchaba aunque sin exagerar– por la jornada laboral de 35 horas. Ahora, que nos vamos hacia las 40-45 horas semanales –los privilegiados, que el resto hace tiempo que las pasaron–, aquella idea del recorte del tiempo de trabajo para que trabajáramos todos (y, al tiempo, trabajáramos para vivir y no al contrario) es vista con la nostalgia con la que Jorge Manriqueveía los tiempos de su padre, el de las coplas, ya pasado a mejor vida (y corría el siglo XV). Quién pillara hoy un contrato basura de los de antaño. Read more